la frente bañada en sudor,
mis manos no paran de temblar,
el corazón no cesa de latir con furia
cual tambores de guerra...
Siento la presión del infierno
en mi garganta árida,
sordo de ira y ciego de rencor.
Podría olfatear a kilómetros tu miedo.
¡Mi miedo!
Uno de los dos no seguirá en pie,
deberá abandonar el juego.
No existe paso atrás en este tablero,
aportamos la vida con la muerte
.
.
.
Ella esperara tranquilamente a quien caiga primero.
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